Otra vez haciendo lo mismo: algo distinto.
Adicta a lo que dicta la Emoción
transcribo miradas al arte,
conversaciones candentes entre hielos de cubatas,
apuntes sobre teorías imposibles de practicar.
Tómame otra vez el pulso,
que por pulsar teclas no estoy más viva,
que por este impulso de profundidad
estoy cavando bien hondo mi sosiego.
Déjame, arte, déjame.
No quiero seguir pariendo tus abortos.
La poesía no pinta nada en el mundo
y la pintura no me dice nada.
Y que tú, tan llena de poesía,
te vacíes de silencios...
...No, no, no, no, no, no.
No escribo bien,
la caligrafía de mis sentimientos es
temblorosa
pretenciosa
impasible
dura
fría
fanática.
Algún día me mataré,
yo la del lado de lado del espejo,
el primer reflejo de este juego de egos.
Y si tuerces a la derecha,
desde mí,
a ti,
mi corazón.
Olvida toda irrealidad de este poema,
toda diferencia de la imaginación es pura coincidencia.
Aún me queda tren recorriéndo kilómetros de segundos.
Me duelo, en duelo conmigo misma.
Curarse heridas es hacerle un favor al enemigo,
aunque a la vez sea un amigo.
¿Otra vez con la maravillosa mierda de la poesía?
El tren grita que me calle.
Los pasajeros se transforman en peatones al cruzar la calle.
Verde cruzas. Rojo paras.
¿Y qué hacemos con el verde de mis ojos?
¿Por qué lo interpretaste como un derecho a entrar siempre que quieras?
La cerradura blanda.
La cama es rutina.
Despierta y sin ti, sigo durmiendo contigo.