martes, agosto 30, 2005

Mundo y-realidad

A pesar de ser de letras puras entiendo que el amor es matemática pura. También es cierto que el amor tiene un lenguaje, y que cada par tiene su dialecto; pero en cada una de estas parejas surge siempre el binomio exacto cuyo resultado está expuesto en su mismo enunciado: tú y yo.
Tú y yo es igual a tú y yo. Un principio equiparado a un final a través del cual se autoderiva mediante un intermezzo de arpegios de ti y de mí. Dos visiones en una misma realidad a la que se le antoja jugar consigo misma hasta sacar del ovillo de lana el jersey tres tallas más grande que la mía, que abrigará mis inviernos de tristeza. Te doy las gracias por haberlo tejido tan cuidadosamente, y me respondes que es que el yo no tendría sentido sin el tú, y yo me río y mi risa pinta las paredes de nuestra habitación de recuerdos que sabemos que nunca vamos a borrar, como mucho cerraremos la puerta, pero no con llave, porque ya sabes, hogar dulce hogar. Nos ha costado demasiado esfuerzo construir los cimientos, pero finalmente la argamasa formada por tiempo y compatibilidad constituyó el testaferro de lo que con fuerza de dos estábamos edificando. Te gusta; no te gusta; únicas opiniones válidas: el amor en su estado puro es una fotografía en blanco y negro; tan sólo cuando hemos aceptado esta idea somos capaces de pintar las imágenes que se dibujan a través de tus ojos y mis ojos. Eso es lo que tú eres y yo soy: artistas que juntos reinventan una vida dos por uno. Dependo de tu arte para fijar los pigmentos en mi vida, necesito tus labios, brocha suave sobre el lienzo de mi cuerpo, y necesito tus besos, notas de color formando sinfonías ocultas que sonarán en el vacío de tu ausencia cuando me faltes. Pero ahora te tengo, ahora me tienes; un ahora que viajará a través de la semántica y se convertirá en un siempre. Tú permanecerás y yo permaneceré en un adverbio, y tú revivirás y yo reviviré en un verbo; tu y mi complemento. Amar siempre.
Un día me levanté sin verte en aquellos cuatro lados de tu y mi cama. Te busqué por cada una de las habitaciones, hasta en aquella buhardilla donde guardábamos los malos momentos; pero no te encontré. Transcurría el tiempo sin mi tú y yo notaba como se derretían, derretían, derretían los colores de las paredes, que comenzaban a agrietarse ante mi mirada hueca sin tu mirada. Abrí las ventanas, las que respiraban hacia los bellos parajes polipétalos futuros, y las que mostraban la realidad anodina de una monotonía lejana. El presente era aquella casa que amenazaba con derrumbar sus recuerdos sobre mí. Necesitaba aire para encontrarte y/o aire para salir, huir, correr de la abrumadora realidad que se apoderaba de todo. Apresuradamente bajé escaleras por las que un río de lágrimas y lamentos se suicidaba contra el suelo. Los cimientos. Los cimientos. Sí, estaban, sí, están, sí, estarán… quebrándose. Quebrándose ante el vacío de tu vacío. Pensaba que la rotunda figura del corazón roto era tan sólo una imagen recurrente en las canciones melódicas, hasta que comencé a sentir frío, un frío que sirvió de obertura a la representación de mi muerte. Comenzaba el aria que una soprano coloratura interpretó rompiendo las cajitas de cristal donde estaba guardado tu profundo suspiro tras el primer beso, mis sentimientos de paz junto a ti, tu risa y mis tonterías para provocar esa risa, tu mirada, sí; también se rompió tu mirada…
[La fuerza de las palabras. Dentro de la literatura el escritor es Dios. Nombra y crea. Borra y mata.]
Era todo una fantasía enterrada en una cueva subterránea bajo lo comúnmente aceptado como la vida. Te encontraron. Ahora era mi turno para encontrarte dentro de un mundo cuyos márgenes no están delimitados. Te buscaré dentro de mi visión sobre esta superficie iluminada por un sol que transforma todo lo que se envenena con su luz. Yo bien sé que eso no es felicidad, que eso no es amor, y no, no me intente vender nada porque desconozco el significado de ese verbo. ¿Desencanto? Pues mire, yo conocía el encanto, pero aquí arriba comienzo a acostumbrarme a ese nuevo prefijo. No, no soy de aquí, ¿cómo lo ha adivinado? Oh, tú, ¿dónde estás? ¿dónde está tu mirada? ¿dónde ha quedado tu y mi realidad?
Salimos de aquella fantasía áurea vírgenes como Lilith, como Adán y Eva; y como Lilith, como Adán y Eva, condenados a construir irrealidades dentro de una realidad infinita en locura. Bondadosos, buscamos bien en nuestras acciones hallando medias verdades y completas mentiras. Soñadores, creamos ilusiones edulcoradas con palabras guardadas en el armario de aquel nuestro hogar: solidaridad, justicia, honradez, amistad, verdad.
Nunca las encontraremos. La auténtica semántica ha desaparecido, quedando una etimología simple que reviste un cuerpo flaco y abúlico con un fino y patéticamente elegante tul. La unión en un nosotros, el lastre de ser humanidad, no hace la fuerza: el pensamiento individual es el que cuenta. El mundo cambiará, las puestas de sol despedirán lágrimas brillantes, las nubes se dejarán abrazar por el viento, los acantilados remitirán los gritos esperanzadores de los bohemios ante la nada cuando por última y definitiva vez, hablemos de tú y yo.
YO creo en todo, todo en lo que siempre creí y seguiré creyendo ante las adversidades. Creo que te encontraré.
¿Y TÚ?