domingo, agosto 13, 2006

Espejo de (a)sombra(r) *español*


De nuevo la sombra en el espejo.
La nueva figura partida en dos: formando multitud de personas en una ilusión de muñecas rusas, truncando el reflejo unidimensional en caricias polimórficas.

El espejo musitaba los versos apre(he)ndidos, liberando el hechizo premonitorio:

_Negra sombra

que me asombras_




La sombra sonreía en el fondo de su asombro (ella también se había prendado de ella).
Esta historia es la historia de las cadenas: Él formando la sombra sombre Ella (la Sombra) <> La Sombra reflejándose en el Espejo (Ella-2) <> Él no era todo lo que ella quería, él no era todo, él no era...
Ella quería una voz que la envenenase de pasión.

Y la suave cadencia rompió la urna de cristal.
Belleza, inteligencia, creatividad, equilibrio.
Lo justo en sus caderas, en su pubis, en su pescuezo barblampiño.
Deseaba a alguien fuerte.
Encontró fuerza en sus palabras.
Esperó al príncipe azul.
Era princesa (¿rosa?).
La Sombra
no conocía la luz porque la Figura de Él tapaba toda posibilidad de visión, y si por un descuido ella osase soñar, él estampaba sus visiones contra la pared. La Sombra proyectada en la pared: incansablemente negra, sombra negra que no necesita capas para maquillar las heridas de una mano que dibuja sombras chinesas sobre su cara, Ella era su propia capa, y máscara, y sombra, y pena. Es una pena.
Me encuentro con paciencia para remontar esta historia de cadenas, de encadenados y encadenamientos en la que Ella ansiaba libertad. Quería ser Mujer y no Costilla de la Figura. No sombra. Y de las sombras salió un espejo.
La sombra en el espejo.
La asombró su belleza. La de ella. La suya. (Él no estaba mirando su Sombra). Y no vio sus cadenas. ¿Qué cadenas? ¿Quién estaba encadenado? ¿A quién? Cadenas, caderas. Se sentaron a hablar desnudas de metáforas y acabaron tiradas en el suelo desnudas de ropa. Si sacamos la ropa, ¿dónde quedó la feminidad? Fuera tacones, minifaldas, maquillaje, fuera todo lo que no quedó estipulado por mí que me hacía mujer. Desnuda, entonces, tenéis lo que es mujer.

La Sombra
se vio negra, se vio las formas, y se fijó en cómo las perdía en una simbiosis simétrica con el Espejo. Acercó su mano a la otra mano que respondía con el mismo gesto. Lo mismo sintieron.

¿Queréis situar la historia?
La Sombra
dijo Roma.
El Espejo dijo Amor.
Es que no hay lugares predilectos para el amor más que un cuerpo con un cuerpo dentro de si.

La Sombra
señaló el corazón bombeando lágrimas.
El Espejo señaló la parte derecha de su pecho, vacía de emociones.

¿Queréis género?
La Sombra
miró su sexo y se fijó en la correspondencia con el artículo.
El Espejo miró su sexo y se fijó en la correspondencia con el artículo.
La misma correspondencia y la misma correspondencia (femenino).
El mismo sexo y el mismo sexo (masculino).
La misma correspondencia y el mismo sexo (femenino y masculino).
¿Importa? ¿Importa cuando podemos conjugar con juegos? ¿Cuándo tu lengua escrita es tan moldeable como la mía acoplándose a tu cuerpo, a tus palabras?

¿Queréis cantidades?
¿Estáis seguros de las estaturas, mediciones, compartimentos cerrados? Delante del Espejo no veo mi cadena imaginaria. Tan sólo veo mi holograma de igualdad, mi figura derecha buscando en mis ojos los derechos de vida de los que nunca gozó. ¡Sal de tu espejo! ¡Coge mi realidad! Sé que no podemos evitar la sombra que refleja el mismo sol que nos acaricia, y cuando no puedo mirar tus ojos ardiendo por Él, contemplo tu sombra acariciando la mía. Mi sombra es igual a mi cuerpo, aunque no tienen los mismos derechos. Tienen un sentimiento para un cuerpo. En cambio, a cambio, tú bifurcas tu sentimiento en un cuerpo y una sombra.
De nuevo formamos una cadena, e si tengo que ser esclava, quiero vivir en tu libertad. Bésame aunque sea difícil besar a una sombra. Palpa mis músculos, cada hueso magullado, aunque pienses que el Espejo es una superficie plana; porque sabes que somos una idea factible aunque la realidad sea un sueño escu(l)pido.
-No me llames poeta por haber escrito más de un trillón de versos por ti.
-Por escribir, no soy escritora.
-Tampoco digas que escribo bien o mal porque lo que siento por ti no está ni bien ni mal. Simplemente está. Y a veces, tú no estás.

Ahora estás, de nuevo estás leyendo esto, y cambias el lienzo negro de tu sombra por letras negras sobre el lienzo blanco. Yo me escondo entre las vocales abiertas -a tus proposiciones- del “te quiero”, y tú andas buscándome llevando en brazos la palabra que nació de nuestra unión ficticia: “imposible”.
Ahora estás caminando en este lienzo blanco que estoy sembrando con letras –sigo escondida en el “te quiero”-. En tu camino te hacen sombra dos palabras que forman un sentimiento, “te quiero”, y que se reflejan en tus ojos. Me lees: “te quiero”. Estoy quieta mientras tú estás inquieta. “Imposible” sólo es capaz de formar palabras a partir de su esqueleto:
-“Impío” (este sentimiento que no debes sentir).
-“Limpio” (este sentimiento que(,) sin embargo(,) es tan puro).
-“Lesbo” (este sentimiento de... ¿¡mujer!?).
-“Iso-“ (este sentimiento tan igual frente al espejo).

Siempre estamos encadenados a algo, aunque sea a vuestra libertad. Libremente, decidimos unirnos. Libremente, decidimos separarnos. Cada una de nosotras quedó con un fragmento de la cadena, de las dos partes de este divorcio de un matrimonio en el que sólo yo estaba inscrita.
-Es que Narciso no se pudo casar con las aguas en las que se vio reflejado.-
-Pero es que yo estoy enamorada de Eco.-
-No te puedes casar con una no-humana.-
-No puedo soportar los matrimonios humanos.-
-¿No lo entiendes?¡ Imposible! Es como si quisieras enamorarte de tu Sombra!
-Paradójicamente, el amor no es algo que se quiera: tiene todas las llaves y rompe todas las cadenas.-
-Le lleva demasiado tempo encontrar la llave correcta para desencadenar algunas puertas.-
-El amor es insistente.-
-La muerte también.-

La muerte encontró las llaves.
Ahora, tú quedaste quieta ante la sombra de las dos palabras que se diluyeron con la luz del sol. Ya sabes que los espejos actúan de una forma peculiar ante la luz del sol. Quedaste tú sola mirando al sol: con una exposición continuada a un chorro de luz, las lentes de tu mirar abrasaron las letras negras sobre el lienzo blanco, y sé que lloraste cenizas...
Tú quedaste.
El Espejo (tú).

La Sombra
(la tuya).
De nuevo la Sombra en el Espejo.
De nuevo recordé que la sombra no se puede mirar en el espejo si no tiene cuerpo que le permita aparecer. Tenía que ser la vieja figura, partida en dos: formando multitud de personas en una ilusión de muñecas rusas, trucando el reflejo unidimensional en caricias polimórficas.


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...|||... La historia del espejo